Afortunadamente, me encontré a mi viejo amigo Brown. Vestía un traje azul marino bastante húmedo y un sombrero que me recordaba a una sandía, más tarde comprendí que era su nueva cabeza con forma de sandía.
Hola Brown, dije. No se porqué pero hay algo raro en todo esto.
No me contestó, su nueva cabeza de sandía no tenía boca, ni orejas creo que ojos tampoco porque no debió percibir la farola y estalló en mil pedazos provocándole la muerte instantánea y fresquita.
Pese a la muerte de Brown, seguí andando hasta llegar a casa sin llamara a la policía. No me dan confianza, no son capaces de guardar un secreto.
De repente, la historia se acabó inesperadamente porque vino mi jefe y me preguntó que qué coño estaba escribiendo.
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